Cuando Daemon adquirió su verdadera forma y colocó las manos sobre mí, sólo existió él. El resto de la habitación desapareció. No quería que me curara si ya estaba débil, pero entendía por qué no quería que Dee lo hiciera. Era demasiado arriesgado, no sabíamos cómo o si nos vincularía a los tres juntos.
Una sensación de calor fluyó a través de mí y, entonces, dejé de pensar. Oí la voz de Daemon en mi mente, murmurando palabras tranquilizadoras una y otra vez. Me sentí ligera, etérea y completa.
<< Daemon...>>
Repetí su nombre una y otra vez. No sé por qué, pero oír su nombre me servía de ancla.
Cuando cerré los ojos, no volvieron a abrirse. Noté la calidez renovadora en cada célula, corriéndome por las venas, depositándose en mis músculos y mis huesos. El calor y la seguridad me arrastraron y lo último que oí fue la voz de Daemon.
<<Ya puedes relajarte.>>
Y eso hice.
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