- Kat, no puedes meterte en el lago. Está demasiado frío. Vas a ponerte enferma - Me apartó el pelo que se me había quedado pegado a las mejillas - Mierda... más de lo que ya estás. Estás ardiendo.
Algo de lo que dijo despejó un poco la niebla de mi cerebro. Me incliné hacia él y apoyé la mejilla contra su pecho. Su olor era maravilloso: masculino y a especias.
- No te deseo.
- Este no es el mejor momento para tener esta conversación.
Aquello solo era un sueño, así que suspiré y le rodeé la firme cintura con los brazos.
- Pero te deseo.
Daemon me abrazó con fuerza.
- Ya lo sé, gatita. No engañas a nadie. Vamos.
Lo solté y los brazos me colgaron inertes a los costados.
- No...no me encuentro bien.
- Kat - Se apartó y me cogió la cara entre las manos, manteniéndome la cabeza erguida - Kat, mírame.
¿Acaso no estaba mirándolo? Las piernas me fallaron. Y entonces no quedó nada. Ni Daemon, ni pensamientos, ni fuego, ni Katy.
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