Os dejo mi particular traducción de la escena del Zoo desde el punto de vista de Aiden.
Espero que la disfrutéis. Yo no dejo de enamorarme más y más de Aiden...
<< Me quedé al lado de Alex, haciendo como si observara al
lince, cuando realmente la estaba observando a ella. Desde que se enfrentó a su
madre en Gatlinburg, esa mirada lejana en sus ojos se había vuelto
dolorosamente familiar. Ver cómo sus labios se curvaban en una sonrisa siempre
me había hecho sentir como si alguien alcanzara dentro de mi pecho y apretase,
y escuchar su risa me probó que había merecido la pena este viaje con todos los
riesgos que conllevaba.
Ella había enfrentado demasiadas cosas – cosas que habrían
destrozado a una persona más débil – y tenía la horrible sensación de que lo que le
esperaba en el futuro no iba a ser más fácil que lo que tenía en su pasado.
Si supiera cómo poder evitarle más dolor y sufrimiento, lo
haría. Haría cualquier cosa.
“¿Crees que ella sabe lo que somos?” preguntó.
Me incliné hacia la valla “No lo sé”
Sus ojos siguieron los ágiles movimientos del depredador “Mi
madre creía que sí. Ella decía que los animales podían sentir que éramos
diferentes de los mortales, especialmente los gatos”
Mientras observaba cómo la brisa jugaba con mechones de su
cabello, de repente tuvo sentido – esta fascinación por los zoos “¿A tu madre
le gustaban los felinos?”
Se encogió de hombros “Creo que tenía que ver con mi padre.
Siempre que veníamos aquí, acabábamos aquí antes de marchar” Miró sobre su
hombro y señaló con la cabeza hacia los envejecidos bancos “Nos sentábamos ahí
y observábamos a los felinos”
Me acerqué a ella, no sé si a posta o no.
Alex se giró de nuevo, sonriendo “Era el único momento en el
que mamá y yo hablábamos de mi padre. Nunca decía mucho sobre él. Excepto que
tenía los ojos marrones más cálidos. Siempre me pregunté si él estaba
relacionado con los animales, ¿sabes? De cualquier forma, la última vez que
estuvimos aquí fue cuando ella me dijo que estaba muerto y me dijo su nombre.
Me llamó como él, ¿lo sabías? Supongo que por eso Lucian odiaba cuando mi madre
me llamaba Alex. Después de un tiempo, ella empezó a llamarme Lexie en su
lugar. Mi padre se llamaba Alexander”
Pasaron unos instantes durante los cuales ninguno de los dos
dijimos nada “Por eso te gusta tanto el zoo”
“Sí, me has pillado” Se rió y sus mejillas se sonrojaron.
“No es nada de lo que avergonzarse, querer estar cerca de
algo que te recuerda a tus seres queridos”
“Ni siquiera le conocí, Aiden”
“Aún así, era tu padre”
Alex se quedó callada mientras volvía a observar al lince
merodear por su celda. Pasados unos
segundos, volví a mirarla. Sus mejillas seguían coloreadas de rosa y sus ojos
parecían haberse aclarado. Volví la mirada hacia la jaula, pensando que Alex se
parecía mucho al lince. Poderosa y elegante, pero atrapada en la jaula en la
que acabaría. Otra vez, todos los mestizos eran de esa manera. Eran de las
criaturas más poderosas sobre el reino mortal, pero todos eran prisioneros de
lo que contenía su sangre.
Por un breve y loco segundo, consideré la idea de llevarla
lejos de Deity Island. Como imaginaba que los mortales hacían cuando veían
animales salvajes enjaulados, ellos querían verlos libres. Pero eso era
imposible. El Concilio la encontraría. Demonios, los dioses la encontrarían.
Seth la encontraría.
Dejando escapar el aire, detesté lo que tenía que hacer “Odio
esto, pero tenemos que volver, Alex”
“Lo sé”
Empezamos a atravesar el parque. Me pregunté qué estaría
pensando Alex. ¿Querría volver al Covenant? ¿Aún quería formar parte de ese
mundo, después de todo? La ira me atravesó como un repentino fuego. No
importaba lo que ella quisiera, y dioses, eso me cabreaba. Lo que más me
cabreaba era el hecho de que le había dicho que sólo ella tenía control sobre
su destino y eso era una maldita mentira.
Mi cerebro empezó a trabajar, volviendo a la idea alocada de
liberarla. El dinero no era un problema. Gracias a mis padres, tenía suficiente
para mantenerla durante décadas. Meterla en un colegio mortal no sería difícil
tampoco. La compulsión se haría cargo de ello. La seguridad era un problema,
sin embargo. Los Daimos la encontrarían de nuevo. El Concilio volvería a enviar
Centinelas otra vez. Seth destruiría el mundo para localizarla. Pero yo podría
esconderla durante años y mantenerla a salvo de – ¿En qué demonios estaba pensando?
El aire me golpeó los pulmones cuando abrí la puerta del
conductor y me subí al coche.
¿La podría esconder?¿La podría mantener a salvo?
Centinela – Yo era un Centinela y los Centinelas como yo
serían enviados para recuperarla. Y por encima de todo, apartarla del Covenant
sería romper tantas leyes que mi cabeza daba vueltas por ello. Mi castigo no me
preocupaba. Sería el suyo, porque ella cargaría con toda la culpa de mi
idiotez. A mí me apartarían de mis deberes como Centinela, pero mi vida
seguiría adelante. Alex acabaría bajo los efectos del Elixir, Apollyon o no.
Pero llevarla de vuelta…dioses, ella se merecía mucho más
que todo esto y no tener que soportar sobre sus hombros todo ella sola.
Me giré hacia ella y una presión me atenazó en el pecho. Las
palabras salieron antes de que pudiera frenarlas. “Sé lo valiente que eres,
Alex. Pero no siempre tienes que serlo. Está bien que de vez en cuando dejes a
alguien serlo por ti. No pierdes dignidad por ello. Tú no. Ya has probado que
tienes más dignidad que cualquier Puro”
Sus hermosos ojos se abrieron – dioses, esos ojos siempre me
desarmaban “Debes de estar borracho de azúcar o algo así”
Me reí y, maldita sea, no tenía control sobre mi boca “No
ves lo que yo veo, Alex. Incluso las veces en que eres ridícula sobre algo, o
cuando andas por ahí haciendo nada, es difícil no fijarse en ti. Como Puro, es
la última cosa en la que me debería fijar” Cerré los ojos brevemente,
instándome a callarme, porque de lo que dijera no podría retractarme. Y no
estaba seguro de querer hacerlo “Creo que no tienes ni idea”
“¿De qué no tengo idea?” preguntó con voz suave.
Y como era incapaz de permanecer con la boca cerrada, esta
vez no fue diferente “Desde que te conozco, he querido romper todas las normas”
Me giré hacia el parabrisas, mi cuerpo entero tenso. Dioses “Te
convertirás en el centro del mundo de alguien algún día. Y será el hijo de puta
más afortunado de la Tierra”
La breve inhalación captó mi atención y la miré. Era tan
malditamente hermosa que dolía mirarla a veces, y ella no tenía ni idea. Los
músculos de mi estómago se tensaron. La presión se incrementó. Me atraganté con
una bocanada de aire que no llegó a ningún lugar.
“Gracias” dijo, con su mirada fija en la mía “Gracias por
hacer todo esto por mi”
El hambre que sentía por Alex me carcomió por dentro,
comiéndose cosas como el sentido común y las consecuencias “No tienes nada que
agradecerme”
“¿Cuándo voy a poder agradecértelo?”
Definitivamente no en aquél momento, quise decir. No cuando
estaba a segundos de hacer algo que ninguno de los dos podría deshacer, cuando
estaba cerca de arriesgar su futuro y su libertad. “Cuando haga algo por lo que
merezca la pena agradecerme”
No sé cómo pasó. Mi cerebro me estaba gritando que parase,
lanzándome advertencias. Pero ella se estaba inclinando hacia mí y yo me estaba
inclinando hacia ella. Mi cerebro se apagó y mi cuerpo tomó el control.
Tomándola de las mejillas, mi boca encontró la suya y sus
manos se posaron sobre mi pecho. Mi corazón latía como el de un adolescente que
besara a una chica por primera vez. Ridículo, pero ella tenía ese efecto sobre
mí. Siempre lo había tenido.
El beso no fue suave o amable. No
había duda en él. La tomé dentro de mí, porque la deseaba. La deseaba más que a cualquier cosa que hubiera deseado en
mi vida y, dioses, quería tantas cosas, pero ella siempre estaba en la cúspide
y siempre estaría.
Tocándola, deslicé mis manos por
sus brazos, hasta donde sus manos agarraban mi camiseta, y besarla fue como ver
un retazo de lo que podría ser, y no era suficiente. No cuando sus labios
sabían a algodón dulce y a luz del sol. ¿Y cómo demonios sabía la luz del sol? Pero
si el sol sabía a algo, Alex tenía ese sabor.
Ella gimió contra mi boca y ese
sonido me atravesó por completo. Mi agarre se tensó y un estremecimiento
recorrió su cuerpo, multiplicado en el mío. Necesitaba
parar. La besé otra vez, impregnándome de ella. Tenía que parar. Mis labios devoraban los suyos. Yo sostenía su futuro en mis manos. Y
entonces paré.
Echándome hacia atrás, apoyé mi
frente sobre la suya, respirando con fuerza. Todo lo que quería de ella era
algo que nunca podría pedirle.
Alex me soltó y su respiración
era desacompasada, pero sus palabras fueron fuertes e inconfundibles “Te quiero”
Me eché hacia atrás
repentinamente, los ojos abiertos de sorpresa. Al principio mi corazón saltó –
saltó realmente – y después la realidad me golpeó. Por favor dioses, quería
eliminar esas palabras del aire entre nosotros, porque esas tres palabras
significaban su sentencia de muerte “No. Alex. No digas eso. Tú no puedes…no puedes amarme”
Ella intentó alcanzarme, pero
empujé sus manos hacia su pecho “Pero lo hago”
La miré, embargado por tantas y
distintas emociones. Escucharla decir eso y defender esas palabras fue como ser
atravesado por un rayo. En otro mundo, donde ella y yo no fuéramos tan
diferentes, esas palabras podrían haberme desarmado en todos los modos
correctos.
En cambio, esas palabras
destruyeron una parte de mí.
Cerrando los ojos, me incliné y
le di un beso en la frente, deseando algo – cualquier cosa – menos esto.
Oh, dioses, era mi culpa.
Mentalmente junté una retahíla de palabras que hubieran hecho sentirse
orgulloso a Deacon. Ella no podría amarme. No había forma. Permanecí así
demasiado tiempo y después me forcé a dejarlo ir.
Me restregué las palmas sobre los
ojos, y podía sentir cómo ella me miraba y mi pecho se hacía pedazos “Alex…”
“Oh, dioses” susurró “No debería
haber dicho eso”
“Está bien” Me aclaré la garganta
“Está bien”
Sabía que no era lo que ella
quería o esperaba oír y la respiración forzada que tomó me formó otra grieta en
mi pecho abierto en canal. La observé. Los ojos de Alex estaban fijos hacia
delante, sus labios apretados tan fuerte que la piel alrededor de ellos se
había vuelto dos tonos más pálida. Pero fue la niebla que apareció en sus ojos
marrones lo que casi me mata. El silencio que se formó entre nosotros fue lo
que echó la tierra a mi tumba. El modo en que sus manos temblaban sobre su
regazo hizo que deseara pegarle a algo.
Nunca me había odiado tanto como
en aquél momento.
Pero era lo mejor, porque el amor
entre nosotros sólo podría acabar en tragedia y ella ya había tenido
suficiente.>>
Saludos Luxen/Mestizos/Puros/Apollyons...
Bella Carstairs
Artículo escrito por Saga Lux Spain
Traducción por Saga Lux Spain